El mito más grande de La Plata: la noche que llegaron los extraterrestres a Villa Montoro

COMPARTIR ESTA NOTA

Era 1983 y nadie recordaba quién fue el que los vio primero. Eran muchos los que se atribuían el hallazgo. Otros, además de atribuirse el hallazgo, sumaban la descripción de la nave que los trajo al planeta tierra. Todos los vecinos de Villa Montoro, niños y ancianos, hombres y mujeres, acordaron algo: que se trataba de enanitos y de color verde. 

Hubo otra coincidencia más: el lugar de la aparición. Según los testimonios, los enanitos verdes habían aparecido en un bosque, de noche, custodiados por árboles cómplices. Algunos decían que hablaban, voces guturales, risas maléficas y agudas, diálogos escuetos, inentendibles. Otros, si bien sostenían que los habían visto, desmentían la versión de las voces y los diálogos.

El barrio entero hablaba de los enanitos verdes. Y de inmediato la noticia llegó a Capital Federal y los medios se hicieron eco del caso. Ese día, cuando José de Zer, periodista estrella de Canal 9 Libertad apareció en Villa Montoro con la camioneta del canal, todos quisieron hacer válida su versión.

El barrio no hablaba más que de los enanitos verdes. Las muchachas, solteronas y al borde de los treinta, echaban la culpa de su soledad a la aparición de estos seres luminosos; las madres los acusaban de las discusiones con el hijo mayor o con el esposo; las abuelas vaticinaban la llegada, al fin, del mundo moderno.

Y los niños salían de noche, linterna en mano y en patota, a buscar a los visitadores color verde, orgullosos de tener en su propio barrio una suerte de E.T. criollos.

El diario platense “La Gaceta de la Tarde” titulaba cada día alguna noticia sobre los enanitos. El testimonio de un vecino que los había visto. Hipótesis sobre el lugar de su origen. Fotos, demasiado difusas, que insinuaban su presencia. Y garabatos que simulaban reproducir a estos seres extraños.

Las ventas de los diarios aumentaban ante una nueva noticia y los vecinos alimentaban esas evidencias. En la comisaría se acumulaban las denuncias contra la presencia de los seres. Mordidas. Corridas fluorescentes por el bosque que rodea Villa Montoro. Aullidos agudos que aterrorizaban a familias enteras. Apariciones repentinas por lugares inhóspitos y en horarios inconcebibles. El miedo tenía un tamaño: enano. Y un color: verde. 

La policía, cumpliendo con su deber, salía a patrullar la zona. Hasta que un día, uno de los agentes, de bajo rango, llegó a la dependencia policial, pálido, atemorizado, timorato y balbuceando. Y pidió, de inmediato, licencia laboral. El motivo: un estrés provocado por la tensión del caso y con el agravante, denunció, de la mordida de un enanito verde.

El periodista estrella de esos años, José de Zer, había viajado varias veces a Villa Montoro. En cada visita encontraba un nuevo testimonio como para no regresar con las manos vacías. En las columnas de opinión de Nuevediario se sucedían expertos en OVNIS y en seres de otros planetas intentando explicar el fenómeno de los enanitos verdes. Inédito. Una señal de un planeta desconocido. El comienzo de una nueva era. Y las hipótesis se acumulaban.

Los alrededores del bosque de Villa Montoro se habían convertido en un auténtico lugar turístico.

Los “enanitos verdes” platenses habían traspasado todas las barreras. Una noche apareció incluso un grupo de científicos suecos que trabajaban en el Instituto de Ovnilogía y acamparon, literalmente, en Villa Montoro con la ilusión de cruzarse con los extraños seres que tantos aseguraban haber visto en ese lugar.

En calle 49 entre 7 y 8, “El Loco” Córdoba tenía un local donde vendía los muñequitos de “Luciano, el Marciano”, aprovechando la moda del dibujo que se emitía por televisión. Se trataba de un muñequito con antenitas en la cabeza y anteojos oscuros, y patas similares a las de las ranas. Y era color verde. El parecido con los enanitos de Villa Montoro hizo que sus muñequitos se vendieran en segundos.

La fiebre extraterrestre parecía inagotable, pero un día se retiró de golpe como toda aparición. Los extraños seres se dejaron ver entre noviembre y diciembre de 1983. 

Algún vecino de Villa Montoro, hasta hoy en día, al ver el muñeco de Luciano el Marciano en algún cajón sin uso, recordará aquellos días en que José de Zer se internaba en el bosque y los suecos rastreaban el suelo en busca de lo que nunca encontrarían.

 

 

FUENTE: “Mitos y leyendas de La Plata. Breve historias urbanas”, La Comuna Ediciones, 2006, escrito por Ramón Tarruella.